¿Te ha pasado que estás en un restaurante y la mesa se mueve de un lado a otro porque una de las patas parece estar más corta? Y no importa que la mesa esté puesta de lo más lindo o que la comida sea fabulosa, no estás a gusto hasta que llamas a un mesero para que ponga algún cartoncito a la pata y ésta deje de renquear. De igual forma ocurre con las personas. No importa cuán bien se tengan la mayoría de las áreas, si una de ellas cojea, será muy difícil encontrar el equilibrio para un desarrollo personal y profesional integral.
El verdadero secreto para el crecimiento consiste en trabajar a partir del equipaje personal con el que contamos
Dice un refrán popular: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Si una persona no es capaz de identificar las emociones y motivaciones propias que lo llevan a reaccionar de cierta forma y que marcan las relaciones que tiene con los demás, por más habilidades y conocimiento que adquiera en su vida laboral, ¿cómo será, por ejemplo, capaz de gestionar un equipo de personas?
El desarrollo no anula mi naturaleza, la perfecciona
Una de las máximas de Santo Tomás de Aquino, brillante teólogo y filósofo del siglo XIII dice: “La gracia no destruye la naturaleza, sino que la presupone y la perfecciona”. Es decir, a lo que el santo se refiere es que Dios actúa con su divinidad sobre la persona aún en medio de sus debilidades, su psicología, su historia, impulsos, emociones, heridas -de hecho, necesita ese “recipiente”- y le obsequia los talentos necesarios para perfeccionarse.
Y aunque esto habla de un don gratuito, a su vez supone necesariamente el esfuerzo humano para poder recibirlo y hacer uso de él. La verdad es que esta explicación se queda muy corta, pero no es mi intención entrar aquí en una clase de teología. Pongo esta frase sobre la mesa porque creo firmemente que este principio aplica no solo a nivel espiritual, sino en todas las áreas de nuestra vida, especialmente para el desarrollo personal y profesional.
Es decir, el verdadero secreto para el crecimiento consiste en trabajar a partir del equipaje personal con el que contamos. Es necesario primero conocernos a nosotros mismos, aprender a escucharnos; comprender nuestras actitudes y reacciones; saber qué nos inspira, entender cuáles son las limitaciones que desde dentro obstaculizan nuestros esfuerzos; y solo entonces serán más efectivas las acciones que emprendamos para mejorar nuestra realidad.
Pero ¿cómo partir de ahí si no hay un conocimiento real de uno mismo?
Conocerse o no conocerse puede significar muchas veces la diferencia entre ser exitoso o no. Aquellas personas que se conocen bien tienen los pies en el suelo. Saben gestionar mejor sus emociones incluso en los momentos de mayor dificultad, por eso toman mejores decisiones. Están más conscientes no solo de los sentimientos propios sino de los demás y se vuelven empáticos y compasivos. Enfrentan mejor los grandes proyectos, y encuentran en las cosas cotidianas de la vida razón suficiente para sentirse agradecidos. Son generalmente, más felices.
Es verdad que nunca termina uno de conocerse, debe ser un proceso sistemático y continuo, por eso hay que poner empeño en ello. Ojalá que siempre sea una de nuestras mejores jugadas para continuar nuestro desarrollo personal y profesional.
El cambio organizacional es una necesidad empresarial para crecer y tener éxito, sobre todo en escenarios volátiles, complejos y de incertidumbre. En IDESAA tenemos amplia experiencia en desarrollar las capacidades necesarias en los líderes del cambio organizacional para que puedan gestionarlo correctamente e impulsarlo a través de mejores estrategias.
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Diplomado en Desarrollo de Competencias Gerenciales
Conoce a la autora:
Elisa Bremer es Gerente de Comunicación en IDESAA. Colabora en la elaboración de propuestas de Desarrollo de Talento para las empresas en diversos temas de Liderazgo, Recursos Humanos, Calidad y Administración. Expositora en Congreso Eucarístico Nacional (2015), y actualmente Secretaria y Coordinadora Área Familia de la Comisión Arquidiocesana para los Laicos.